QUINTO
OBJETIVO HISTORICO
“Contribuir
con la preservación de la vida en el planeta y la salvación de la especie
humana”
Proponer un objetivo histórico del Plan de la
Patria (propuesta programática del Comandante Hugo Chávez para el periodo
2013-2019), dirigido a “contribuir con la preservación de la vida en el planeta
y la salvación de la especie humana” , le otorga un rango y una importancia
esencial a la problemática ambiental, como variable fundamental en la política
del Estado venezolano.
En esencia, el objetivo histórico se plantea
evidenciar el carácter antagónico del TIPO DE RELACIÓN SER HUMANO-NATURALEZA
que se propugna desde los modelos (SOCIALISMO VS. CAPITALISMO).
Cabe señalar que se asume como un objetivo
histórico, en la medida en que constituye una condición vital para el
desarrollo de cualquier propuesta emancipadora y humanista.
En el contexto actual (signado por una crisis
sistémica, que se ha agudizado por la crisis ecológica a escala global), no se puede
concebir un proyecto revolucionario sin situar el problema ecológico-ambiental
como una prioridad, como un asunto de vida o muerte, para hablar sin
eufemismos. La relevancia de postular al debate nacional la cuestión ambiental
(e incluso al debate global: por la significación geopolítica de Venezuela en
el escenario económico mundial), radica en la necesidad de conocer la
naturaleza y la magnitud del problema. La intención es impulsar desde la fuerza
moral y política de la revolución bolivariana, un gran debate en todas las
instancias, con la finalidad de concienciar respecto a la gravedad de la problemática
ambiental y sobre la urgencia de explicar (para transformar) los factores
subjetivos-objetivos que le producen y reproducen en todas las escalas.
En primer término, se trata de poner en evidencia
la crisis orgánica-sistémica-estructural referida anteriormente. A partir de
una visión de totalidad se plantea el reconocimiento de la relación dialéctica
entre las expresiones más significativas de la crisis actual
(política-económica-ambiental), las cuales se analizan por separado solo con
fines explicativos, pues en la realidad están asociadas y trasversalizadas por
la crisis social dada a partir de la contradicción capital-trabajo, por la ley
del valory por la lógica de relaciones sociales de
producción-distribución-consumo subordinadas a la lógica del capital:
En primer lugar, en el contexto actual, sobresale
la crisis política, como indicador de la carencia de legitimidad del orden
sociopolítico inherente a la democracia representativa y al Estado burgués
(paradigma de forma de gobierno dominante desde la hegemonía de la modernidad
como proyecto civilizatorio), se trata de una crisis orgánica que torna
insostenible la relación entre el Estado y el orden social mencionado (Gramsci,
1999). Esta crisis ha emergido en diversos escenarios históricos-políticos
y mediante formas muy variadas durante los últimos dos siglos.
Sin embargo, llama la atención que en la actualidad
se advierte más aguda en Europa (tal como sucedió en momentos de agudización de
la crisis económica), y con mayor intensidad en países cuya historia
social-política estuvo mediada por el
ascenso violento de regímenes de signo fascista en
escenarios muy favorables al movimiento socialista (con apoyo abierto de los países
de occidente más industrializados y con mayor capacidad de influencia en cada
contexto: donde destacan los E.E.U.U y Alemania), tal es el caso de Italia
(1921), España (1936) y Grecia (1967). En segundo lugar y en relación orgánica
con la crisis política, se encuentra la crisis económica. Las evidencias
empíricas durante las últimas dos décadas, confirman el signo estructural de la
crisis del capital (Mézsáros, 2009). Atrás han quedado las hipótesis que
sostenían el triunfo del capitalismo como sistema social, e incluso, aquellas
que definían a las crisis como reflujos coyunturales y cíclicos, que
supuestamente tendían a ser superados de manera paulatina por la dinámica
metabólica del sistema capitalista, pues las repercusiones de la crisis
económica (de naturaleza financiero-especulativa) han dado al traste con los
modelos explicativos burgueses y han explicitado el signo
permanente-estructural de la misma.
La agudización de la crisis económica ha
desmitificado las teorías burguesas-imperialistas, al punto que ese observa en
pleno desarrollo su localización en formaciones sociales con elevados niveles
de industrialización, a partir de lo cual se ha producido la pauperización de
las condiciones de vida de las clases asalariadas (lo que se traduce en la
pérdida de reivindicaciones históricas de la clase trabajadora y de logros
paradigmáticos del Estado de bienestar).
Por supuesto, tal situación ha derivado en una
profundización de la crisis política, y en el cuestionamiento de la población
al sistema capitalista y al Estado burgués como estructuras al servicio del
orden social dominante. En la medida en que empeoran las condiciones materiales
se hacen visibles los mecanismos de explotación de la gran mayoría de la
población sobre la base de la apropiación de riqueza y renta por parte de una
minoría. En la medida en que se dificultan las posibilidades de satisfacción de
necesidades, incluyendo aquellas necesidades superfluas que el propio sistema
se encargó de posicionar en la psique colectiva, en el marco de un modo de
producción-distribución-consumo que se sustenta en la enajenación y
cosificación del ser humano y en la depredación e instrumentalización dela
naturaleza y sus recursos, la ciudadanía se torna más consciente de la urgencia
de transformar el orden social.
Dicho cuestionamiento se torna más abierto en la
medida en que se conocen las alteraciones ecológicas-ambientales que está
experimentando el planeta, sobre la base del modelo de relación
sociedad-naturaleza antropocéntrica (que considera al ser humano como el centro
del universo, con la particularidad de que el ser humano que goza de tal rango
debe ser: hombre, blanco-europeo y judeocristiano), de un modelo que ignora el
carácter finito del planeta y sus recursos (por su voracidad económica), un
modelo que se funda en la instrumentalización de la naturaleza a la cual
pertenece, lógica en el cual la naturaleza y sus recursos se consideran una
fuerza productiva, un bien, un servicio, UNA MERCANCÍA (es decir: un medio para
la reproducción del capital y para la apropiación-acumulación).
Como se mencionó anteriormente, dicho modelo es la
raíz estructural de los cambios que está sufriendo el planeta. En cuanto al modo
de producir, es un hecho comprobado que se ha desatado un cambio climático a
escala global a partir de la acumulación de gases de invernadero en nuestra
atmósfera, y que los mismos son originados por la quema de combustibles fósiles
(medio energético posicionado tecnológica y comercialmente de acuerdo con
intereses muy específicos: los de E.E.U.U. y su dominio tecnológico a partir
del desarrollo de fuerzas productivas alcanzado en dicho país en el contexto de
la segunda evolución industrial). Dicho cambio climático es el principal
responsable de la alteración de los ciclos biológicos-geográficos-químicos del
planeta (entendido como un sistema) y por ende de múltiples y muy negativos
desequilibrios ecológicos (que generan problemas agudos para la producción de
alimentos: por degradación del suelo, por sequías o inundaciones, entre otros).
De igual manera, la lógica reproductiva y
competitiva del capital tiende a imponer una producción de mercancías a gran
escala y por ende la exigencia de llevar a cabo una ampliación
territorial-demográfica de los mercados, por lo cual se produce bajo un régimen
dirigido a expandirla capacidad productiva (es decir de aumentar la potencia
para producir y vender mercancías, independientemente que representen o no, un
medio para la satisfacción de necesidades). Para tal efecto, el sistema cuenta
con sus aparatos ideológicos, los cuales cumplen un papel de gran relevancia:
poruna parte justifican ideológicamente el orden social, político y económico,
y por otra parte son la instancia que induce al consumo irracional a la
población.
Por otra parte, la mundialización del capital
(globalización bajo la égida de los E.E.U.U.), ha generado un flujo de
mercancías que exige unos elevados costos de transporte (desde el punto de
vista económico-tecnológico y primordialmente ecológico). Las redes de
producción-distribución-consumo de la actualidad constituyen un factor que agudiza
la emisión de gases de invernadero y propicia la explotación irracional y depredadora
de los recursos naturales (localizados primordialmente en el denominado tercer
mundo).
Yadira Coromoto Zerpa Vielma
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